Querida Sophia, ya se va a cumplir un año desde que continué el triste camino de mi vida sin ti y hasta la fecha es difícil hacerme a la idea de no volverte a ver.
Muchos dicen que no debo aferrarme a la idea de que en algún momento pueda verte de nuevo, porque eso me hará más daño del que yo mismo ya me he ocasionado. Pero te soy sincero, no puedo hacer como si nada hubiera pasado, como si no te hubiese conocido, como si no te hubiese amado.
Nadie más que tu sabe que no soy un hombre de rutina, que siempre busqué la forma de hacer de tus días una aventura. Pero sería cínico de mi parte negar que era un hombre de pequeñas pero malas costumbres. Una de ellas era pasar horas metido en el ordenador y en el móvil, no te agradaba y como siempre me lo hacías saber.
Entendía completamente tu malestar pero a la vez me ponía un poco necio por el hecho de que precisamente era parte de mi trabajo andar siempre conectado a mis aparatos tecnológicos, aún así tuve fuerza de voluntad para cumplir con lo que demandabas. Llegamos a una especie de consenso y de esa manera ambos podíamos continuar siendo felices.
A pesar de los problemas económicos que podíamos tener ocasionalmente, la causa de nuestras discusiones no era precisamente por aquello, sino por otros problemas genéricos de pareja que recién empieza la convivencia. El rollo con esto es que no era primera vez que nos uníamos para tratar de establecer un hogar, pero me daba por satisfecho porque a mi parecer ya lo estábamos logrando, apoyándonos en nuestras virtudes para difuminar nuestros defectos que con el tiempo aprendimos a quererlos porque formaban parte de aquel equilibrio loco que le dábamos a nuestra relación.
Me encantaba llegar a casa después del trabajo y preparar la cena, porque era consciente que teníamos trabajos diferentes y que el tuyo era más operativo y conllevaba un nivel de exigencia mayor y que por lo tanto al ser el único de dos que no renegaba de su empleo debía aminorar tu carga ya que me sentía fatal cada que te veía cansada y sin ganas de nada, más que un gesto lindo de mi parte se volvió un deber. Así vivíamos, así nos entendíamos, así nos amábamos.
Así como yo me preocupaba por tu bienestar, tu también lo hacías. ¿Cómo olvidar aquellas veces en las que me ayudabas con las ventas de productos para poder saldar aquella deuda que tenía por querer ser parte del sistema estudiantil independiente? O la vez en la que me preparaste ese delicioso estofado y me lo llevaste al trabajo, ¡caminando! Cada que recuerdo esa noche sonrío y me emociono, eras la mujer perfecta, mi compañera de vida.
A raíz de nuestra separación todo cambió. Recuerdo que siempre en una relación no podían ganar los dos y que tu habías resultado ser la ganadora indiscutible de la nuestra. Sé que te está yendo bien y pues a mi igual, pero como dicen o creo que dicen, el que es afortunado en el juego no lo es en el amor y en este caso el juego representaría el buen y modesto poder adquisitivo que tenemos ambos.
No voy a negar que te extraño demasiado y que el plan de vida que tenia para ambos aún está por buen camino, pero luego de habértelo propuesto una vez más pero a manera de ayuda y haber sido rechazado de una forma cruel y atemorizante me genera un conflicto emocional ya que me recuerda aquella vez que me pediste que no te buscara pero confesaste que sí querías que lo hiciera, pero que eso mismo estaba implícito en tus palabras y que yo por respetar la coraza defensiva que creaste no aproveché aquella oportunidad que según tu me estabas dando, como dando a entender que yo era el único culpable y que dependía solo de mi todo.
Es por eso que no sé si acercarme e intentar recuperarte, aunque en el fondo se que aun ambos nos tenemos. Pero repito y agrego, en aquella última llamada que tuvimos hiciste una declaración muy fuerte la cual, siéndote sincero, no me atemoriza pero que de todas maneras me hace caer de nuevo fuera de tu coraza.
Aún conservo el nombre de nuestras niñas, con la esperanza de en algún momento poder tenerlas, pero ya sabes lo que siempre te dije, si no los tengo contigo pues prefiero no tenerlos con nadie.
Quisiera tan solo recibir una señal de tu parte diciéndome que puedo ingresar nuevamente en tu vida, a paso de tortuga, aunque sea. Pero soy consciente que un mecenas está ocupando fácilmente aquel lugar que con esfuerzo yo me había ganado, no puedo juzgarte. Solo te pido eso una señal, de negación o aceptación pero solo eso, una señal.
Muchos podrán pensar que es triste, tonto y otros romántico, para mí es mucho más que eso, ya que fuiste la única a quien he amado de verdad y con una sonrisa en el rostro debo decirte que todas las noches al dormir respeto, tu lado de la cama.
Siempre tuyo, Cristobal.